El Paradigma Narrativo
Aplicación a los Medios
En la actualidad el Paradigma Narrativo ha tomado gran relevancia, gracias
al creciente impacto de los medios de comunicación y sistemas de información,
que ahora no son sólo unos pocos a nivel nacional, son cantidad de
organizaciones que con o sin fin único de ánimo de lucro, han inundado
las ciudades, los pueblos, los barrios y comunas de nuestro país y por qué no,
del mundo entero, con historias que buscan describir la realidad con la mayor
verosimilitud posible o por el contrario, se han dado la oportunidad de romper
esquemas y contarnos como sería el mundo de otra manera.
Par bien o para mal, los pasos que da el hombre moderno en pro de su
desarrollo, están influenciados por los pensamientos y marcos informativos que
le han vendido la prensa, la televisión, la radio, y sobre todo, las nuevas narrativas audiovisuales que están a la espera de sumergirse en su cerebro con
sólo encender un computador y conectarse a internet.
Los medios de comunicación y sistemas de información han desviado sus
propósitos informativos, cambiándolos por poder, amarillismo, dinero,
conveniencias personales, que indudablemente les han creado una mala imagen
frente a temas primordiales, donde más que educar y culturizar, deseducan y
dañan la cultura; innegable el artificio de muchos profesionales inescrupulosos
que no buscan más que fama y reconocimiento, imperios corruptos con intereses
políticos más que sociales, noticias tergiversadas para superar los índices de
rating de la competencia, transforman el objetivo de los medios (informar) en
desinformación total.
Pero esta responsabilidad no se le puede otorgar únicamente a los
comunicadores, escritores, contadores de historias que han adquirido la vocería
de la sociedad, ¡sí! Gracias a su formación profesional están en el deber ético
de utilizar su capacidad narrativa para construir patria, pero ¿qué patria
queremos construir?, la sociedad contemporánea se ha acostumbrado a vivir en la
violencia, se ha vuelto insensible frente al dolor, la pobreza, la guerra,
gusta ver a la hora del almuerzo, mientras descansa de sus quehaceres, de
sangre y muerte; no espera que se le expliquen tecnicismos de los accidentes,
tomas guerrilleras, asesinatos pasionales, quieren la historia, quieren saber
los motivos, quieren detalles de cómo ocurrió. Con ello, no se busca
justificar a los profesionales mediocres, sino crear conciencia de que el poder
de la narración es tan grandioso como destructor, y es únicamente el ser humano
quién decide cómo y para qué utiliza su naturaleza de contar historias, en este
sentido el comunicador profesional de masas desempeña una función de canal,
entre los que quieren hablar en sociedad y el público al que quieren llegar.
Es precisamente en éste último aspecto en donde radica el nombre de
“paradigma”, paradigma de la narración más que teoría de la narración, ya que
el primero tiene más alcance que el segundo, pues Fisher asegura que “No hay
nada, incluida la comunicación técnica, que no sea un episodio de la historia
de la vida” (1985, p. 347). El hombre mismo, es el que se ha encargado de
difundir y promocionar sus debilidades, sus conductas animales, y de hacerlas
sobresalir sobre sus habilidades, creaciones, evoluciones, es él, quien
se ha encargado de dar una mala utilización a los recursos y formas de comunicación
que él mismo ha desarrollado, pero... ¿Qué otra cosa puede contar el hombre que
no sea de su esencia misma?
El hambre del
latinoamericano no es solamente un síntoma alarmante de la
pobreza social, sino la ausencia de su sociedad. De ese
modo podemos definir nuestra cultura de hambre. Ahí reside la originalidad
práctica de nuestro cine con relación al cine mundial; nuestra originalidad es
nuestra hambre, que es también nuestra mayor miseria, presentida pero no
comprendida. (Glauber Rocha,1965)
Los medios hacen uso de la emoción para convencer, un ejemplo de ello:
la negativa de una persona a comprar un producto desconocido, pero en cuanto el
vendedor le cuenta su experiencia personal y la de otros tantos luego de usar
el producto, el cliente se ve tentado a comprarlo y posiblemente lo hace;
las personas somos vendedores y compradores de historias, los sistemas de
información no hacen más que ofrecer sus productos y está en el cliente,
permitir o no la compra de dicha información, no en vano que cada vez, la
oferta que hacen los medios de comunicación y sistemas de información sea más
arriesgada y son, como lo afirma el paradigma narrativo, las personas quienes
toman decisiones sobre que historias aceptar y cuáles rechazar, basándose en lo
que tienen sentido, o en las buenas razones para ellas. Todos los argumentos
incluyen “ideas que no pueden ser verificadas ni probadas de forma absoluta”,
tales ideas aparecen en las metáforas, valores, gestos” no importa la cultura
ni el tiempo, las posibles diferencias hacen más auténticas las narraciones.
Específicamente, la oferta que tienen los medios colombianos despierta
grandes discusiones frente a la pornomiseria que vende, pero cabe preguntarse
¿qué tipo de productos consume la audiencia del país?, en Colombia y en el
exterior las producciones más exitosas son las que reflejan la corrupción, el
narcotráfico, la violencia, la prostitución; para los nacionales porque
describen sus miedos, experiencias, ilusiones, se ven reflejados en las
pantallas, los toca más personalmente; para los extranjeros, porque les muestra
otra visión del mundo, que les es o muy reconocida o muy ajena. No se trata de
vender una imagen negativa del país, pero sí de reconocerlo. Porque además,
éste es un país acostumbrado a vanagloriarse de sus debilidades como lo expresa
Mario Mendoza en Satanás:
Pero qué se puede esperar de un país donde todo el mundo tiene
mentalidad de limosnero. Los políticos piden contribuciones a sus electores,
los sacerdotes son unos vagos que viven del bolsillo ajeno, los colegios piden
una ayuda extra cada año a los padres de familia, los hospitales suelen
inventarse pretextos para mendigar tales como «el día del niño diferente» (un
eufemismo que se refiere a tarados mentales, mongólicos y oligofrénicos), «el
día del cáncer» o «el día de la poliomielitis», y hasta el mismo Presidente de
la República se la pasa como un indigente rogando que las naciones
desarrolladas le tiren unos cuantos pesos. Los noticieros de televisión nos
informan cada mes que «el señor Presidente se entrevistó con el Banco Mundial
para concretar la ayuda para Colombia», o que «el señor Presidente está de
visita en Madrid para recordarle a España la importancia de sus donaciones al
problema del narcotráfico». Qué ejemplo recibe una nación que ve a su principal
mandatario de rodillas suplicando unas cuantas monedas. Colombia no es un país,
sino una orden mendicante.
En el paradigma Narrativo se postula que las buenas razones se
determinan por cuestiones de historia, biografía, cultura y carácter. Las
personas son influenciadas por el contexto en que se desenvuelven, así
que no hacen juicios solamente basados en los criterios insinuados por la
situación. Dicha teoría puede explicar en cierta medida, el comportamiento de
quienes trabajan en los medios (comunicadores) y de quienes compran
sus productos (audiencia): no se trata de que en Colombia los narcotraficantes
o los sicarios sean ídolos o de que se crea que sus actuaciones son correctas,
sino más bien que en ese contexto ha crecido el pueblo, es el espacio que
conocen y de pronto justifican, porque al igual que ellos han sufrido la
pobreza y el abuso del poder, han aguantado hambres, han sido despreciados y
faltos de oportunidades, si ese pensamiento del hambre es en el que los han
educado desde pequeños, eso es lo que los apasiona ver, ese es el material que
es relevante en sus vidas, no necesariamente el que la lógica les dicta que
deberían seguir. Para James Carey (1975): “La narración no se dirige
tanto al acto de impartir información, sino a la representación de creencias
compartidas”.
La gente se cree las historias en la medida en que parecen veraces, los
colombianos confiamos en una información si nos la cuentan en forma dramática,
pues se asemeja al sufrimiento que creemos haber padecido en algún momento de
nuestras vidas por el hecho de ser colombianos, eso lo saben muy bien los
medios, que se aprovechan de la situación, inclusive a través de la narración, convierten
en héroes a quienes deberían ser villanos, ese es el poder que tienen los
relatos, que según como sean narrados pueden tocar la sensibilidad, la
emocionalidad de los demás, así no sean completamente racionales. Para Fisher
“La narración no es una simple historia, es una historia verbal y no verbal con
una secuencia de acontecimientos a los que el oyente asigna un significado”
(1987, p.58)
En últimas el fin de los medios de comunicación y por ende, de las
narrativas que utilizan consiste en atraer y mantener la atención, pues la
esencia de cualquier mercado radica en conservar la aceptación de los
consumidores potenciales, con respecto a los bienes y servicios que ofrece;
despertar y mantener el interés en forma cuantitativa, sin dar mayor
importancia al efecto en términos de conocimiento, influencia y comportamiento,
que se cause en la audiencia.